miércoles, 4 de agosto de 2010

ANGUSTIA EXISTENCIAL

A veces pensar es malo, da dolor de cabeza, otras, en cambio, se obtiene un consuelo inesperado observándolo todo desde cierta distancia, con vista planetaria.


Uno de nuestros mayores errores es ansiar la inmortalidad, eso quién la desee, porque hay muchos que piensan erróneamente que vivirán eternamente. Ni siquiera lograron la vida eterna quienes idearon las pirámides, ahora, ante tamaño monumento nos asombramos, pero no será más que polvo del desierto dentro de otros tantos millones de años, incluso puede que el desierto haya dejado de serlo para ser un inmenso océano de nuevo.
Nada vive eternamente. Y eso que en principio puede parecer doloroso, triste, a mi acabó por darme esperanzas mientras mi cabeza diluida navegaba entre ideas disparatadas y sin sentido. Eso para mí significa que soy pequeña, muy pequeña, como una gota de agua en la lluvia y que realmente nada de lo que yo haga o pueda hacer, podrá afectar de algún modo el orden natural de las cosas; nací, vivo, viviré y moriré siendo una mosca, un pequeño insecto, nada. Lo que me proporciona una sensación de bienestar y paz conmigo misma, no soy dios, ni quiero serlo, sólo soy una persona, una persona a la que le gusta agradar a otra, salir a tomar copas con los amigos, hacer la comida, ir de compras, una pequeña persona que hace pequeñas cosas, destinada a la grandeza de lo diminuto, la felicidad de lo ínfimo, no de quién se conforma con lo dado, sino de quién acepta sus cartas y las juega porque entiende que esto de vivir es realmente un juego, con sus reglas, sus trampas, y por supuesto, su final.
Pero aquí la diferencia es que todos somos perdedores alguna vez y sólo podemos serlo en una única ocasión. Hay personas que se dan cuenta de esto y se desesperan, intentan avanzar contra corriente en el camino equivocado, pueden intentar operarse de la cara, de las caderas, del culo, y aún así la gravedad invoca su poder para seguir recordando quién manda, y que aunque se hagan trampas, sólo serán un parche, una batalla ganada contra una guerra perdida de antemano. Intento concentrarme en lo inmediato, seguir el Carpe Diem con moderación y sentido común, teniendo lo objetivo de un lado, y los sueños del otro, porque por muy prácticos que queramos ser, sin sueños, sin ideales, sin metas, sí que llegamos a ser realmente mosquitos diminutos o seres mecánicos, necesitamos siempre una motivación, algo que nos salve de la rutina, de la inercia de los giros de la tierra que nos arrastra con ella.

Así que me dejé llevar por ese bello pensamiento de ser como una mota de polvo en el ambiente, un ser que pasa inadvertido ante las miradas ajenas y llegué a vislumbrar el camino de mi propia felicidad. No soy un lince en ciencias, ni domino las artes literarias, cosa que me encantaría, pero sí soy consciente de todo ello y por tanto me acepto y me valoro tal y como soy, perfecto ser humano imperfecto. No haré grandes cosas para la humanidad, pero ¿Quién fue el primero en creer que enterrando una diminuta semilla podría encontrar un árbol que diera frutos años después? Soy parte de algo, mi vida, mis humildes conocimientos, mi conversación, mis risas, mis bromas, mis lágrimas, todo ello puede pasar como energía vital a quién me quiera, a quién me necesite, a quién me duela y no seré inmortal, seré algo mucho mejor, una chispa que quiera ser hoguera, que necesite mucha leña para quemar las barreras del pensamiento, que llegue a quien quiera recibirme y que se mezcle con otros mil fuegos más haciendo algo grande desde lo pequeño, algo común, un sentimiento, una sensación que nos una.
Ese es el camino de mi felicidad, hacer que valga la pena haber nacido, no quiero dejar mis huellas tras de mí, simplemente quiero ser parte de lo que dejaré atrás cuando me muera.

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